Uriel le mostró la iglesia de arriba abajo, hablándole de los antiquísimos
cuadros y estatuas, imágenes y lienzos. Tras eso, dieron un paseo sin dejar de
hablar de algunos de los retratos del pasillo hacia la capilla, de duques que
habían vivido allí.
Carolina tenía cierto interés en la historia, no mucha, pero lo suficiente
para engancharse, y más si era Uriel quién la contaba. Dafne tenía razón, era
hechizador.
- … Y por supuesto, el duque Spell, tuvo su parte de todo esto, diría que
casi de todo.
- ¿Esta villa era suya?
- Sí, según mis hechos históricos, lo era. Hay algunos edificios que no
pudieron ser reconstruidos, aún así, se conservan sus ladrillos.
- Ya veo, debe haber siglos de historia aquí…
Uriel sonrió.
- Ni te imaginas.- habló enigmático.- Por el lugar donde está ya el sol,
debe ser cerca de la hora de cenar. ¿Vamos al comedor?
- ¿Usted vive en la casa principal?
- No, tengo una pequeña casita tras el jardín de la iglesia. Pero prefiero
cenar hoy en el comedor, te haré compañía y puedo presentarte a los demás
componentes que hacen posible este lugar habitable.
Carolina suspiró. Supuso que su lista de alimentos no la vería hasta el día
siguiente.
-De acuerdo.
- Puedo mostrarte mi casa cuando quieras.- dijo tomando la delantera y
guiñándole un ojo.
Ella rió.
Caminaron por el sendero mientras el sol terminaba de esconderse.
Conforme se acercaban al edificio principal, el bullicio de los niños era
más notable. Uriel no paró de hablarle de cada pequeño que había tenido el
placer de darle clase o jugar con él. De algunas de las personas que trabajaban
allí, nada malo de ellos, pero sí graciosos o cosas que los caracterizaban.
Carolina admitió que era un hombre de lo más observador, seguro de sí mismo
y de lo que causaba. Desde luego, había aprendido bastante con escuchar la
historia de la villa, pensar que un incendio acabó con todos sus habitantes era
inquietante, ¿qué clase de incendio sería? ¿Los habrían atacado? Dada la época,
podía ser incluso una cacería de brujas; y de esa historia de amor entre dos
jóvenes.
Joel se sentó a su lado con Dafne, presentándole a Blanca y Bruno, la
directora no cenó esa noche, cada cinco niños pequeños estaban bajo la tutela
de algún maestro o enfermero, o simplemente cuidador especializado. Tan sólo
había una pequeña cuadrilla, en la que uno de los chicos con diecisiete años,
había tomado la responsabilidad del grupo, del cual, era hermano de uno de los
pequeños.
Carolina procuraba quedarse con todos los rostros y nombres, nunca había
tenía mala memoria, la suya solía ser fotográfica. Sus ojos siempre buscaban
todo lo que un cuadro podía tener y más allá de él; era su forma de estudiar la
situación, por las emociones, por la mirada, por los detalles de cualquier
cosa… Le gustaba observar.
Aquel día, para su excelente cabeza, estaba siendo algo demoledor. Cuando
la cena acabó y comenzaron a retirarse, sintió rozar la libertad de su
intimidad. Fue Joel quién la acompañó con los tres niños hasta el lugar donde
se alojaba. Dafne estaba de mejor humor, estudió el rostro de la pequeña que
aun le parecía triste, y de alguna manera, consolado. Le dio un beso a la
pequeña cuando se abrazó a su pierna para darle las buenas noches y se
introdujo en su habitáculo.
Cerró con llave y pestillo, costumbre que tenía desde muy niña. Había
rechazado la oferta de Uriel de ver una película histórica en su residencia,
sonrió al recordar la cara del hombre cuando le dijo que no, como si él fuera
algo irrechazable.
Tenía un pequeño televisor con Dvd en la salita, pero pasó de todo, estaba
exhausta, necesitaba dormir, dejar de pensar y analizar.
Se dio una rápida ducha y metió en el sobre. Las sábanas olían a lavanda
fresca, eran suaves y cálidas. La noche había resultado ser fría en aquel
sitio.
Apagó la luz. El sueño pronto la alcanzó.
********************
- Deberíamos irnos de aquí.
Elisa le besó de nuevo, cogiendo sus manos.
- Sólo un poquito más.
- Tu padre puede pillarnos.
- Debe estar ocupado con sus libros en el despacho, no te preocupes.
Tomás suspiró contra sus labios, deshaciéndose en caricias, alcanzando su
muslo derecho bajo la falda, tomándola del rostro con su otra mano para
atraerla más hacia él.
- ¿Sabes que me vuelves loco?-Elisa rió, él volvió a capturar su boca.- Lo
digo en serio, amor… esto es una locura. Yo no debí ceder a esto… Ya no puedo
detenerme, te amo… te amo tanto…
Elisa fue la que suspiró esta vez, ahogada por sus palabras, su corazón
como las alas de un colibrí, con el cuerpo encendido por las llamas del deseo.
- No te detengas… ámame…
- Eli…
Ella posó su dedo índice sobre sus labios.
- Te amo, Tomás… No me importa quién seas, ni de donde provengas… Me iré
contigo.
- ¿Abandonarías todo?
- Abandonaría todo.- aseguró.- Sólo te necesito a ti.
Sus ojos brillaron en la oscuridad, Tomás no cabía de gozo de tenerla entre
sus brazos.
- ¿Por qué yo, Elisa?
- Porque tú eres lo único que hace que sea yo misma.- respondió apretándose
contra él.
- Elisa…
No pudo menos que volver a besarla, a dejar que sus manos levantasen por
completo su falda y buscaran más allá de sus enaguas. La tomó del trasero
alzándola, llevándola contra la pared de la casilla del jardín. La luz de la
luna fue apagada por unas nubes, escondiéndolos de la vista de cualquier intruso.
Se movió hacia un lado, alcanzando como pudo la puerta que cedió
libremente. Las nubes se apartaron sabiendo que ya estaban a salvo.
********************
Carolina despertó sudorosa, abriendo los ojos con lentitud, viendo la cara
de Tomás sobre ella, sonriéndole, aproximándose para besarla.
Debía estar soñando, parpadeó varias veces, aún así, sintió un tibio beso
en sus labios.
- ¿Por qué volviste, Elisa?
¿Había hablado? Estaba soñando, no había otra explicación, estaba sola en
aquella casita, había cerrado con llave y pestillo.
Volvió a parpadear.
- Tengo aún el anillo. Búscame, te estoy esperando.
Y desapareció.
Carolina encendió la luz confusa, tocó sus labios sintiéndolos ligeramente tibios,
hacía frío en su habitación. Cuando amaneciera preguntaría por la calefacción.
Qué extraña sensación, pero que guapo era ese hombre, sin embargo, ella no era
Elisa, era Carolina.
Apagó la luz, quizás las historias de Uriel habían cobrado vida en sus
sueños, esa historia que se le había quedado grabada de un amor prohibido entre
la hija del dueño de la villa y el hijo del párroco.
Cerró los ojos, esta vez, sin soñar nada.
********************
Miró su reloj, quizás
fuese demasiado tarde, pero le habían dicho que le esperaban. Sacó su teléfono
móvil y marcó el número grabado.
- Estoy en la puerta.-
dijo simplemente.
Aguardó colgando. Hacía
fresco, metió sus manos en los bolsillos de la chaqueta, un pequeño viento
revoloteó su cabello negro largo hasta los hombros, su gris mirada hizo un eco
de sorpresa al ver que tras la puerta estaba alguien familiar que no debería
estar. En su dedo brillaba algo rojo fuego. Quien fuese, se aproximó a una
velocidad antinatural, pero no se asustó, de alguna manera, su cuerpo no
reaccionó asustado, al contrario, se aproximó a la verja para ver el rostro del
hombre que parecía haberle estado esperando.
- Es tuyo. Te protegerá
junto a ella.- dijo en una especie de susurro.- No vuelvas a perderla.
Tan rápido como se
acercó, se desvaneció en la fría noche.
- ¡Doctor Damnon!- le
llamaron mientras se aproximaban y abrían las enorme puertas de hierro.- ¡Qué
bien que llegó!- Tomó una de las manos del médico.- Encantado de conocerle, soy
Nelson, hoy me toca el turno de noche.
Andrew reaccionó ante el
apretón, cerciorándose de donde estaba.
- Encantado, Nelson.-
sonrió dándole el apretón correspondiente de manos.
- Bonito anillo, doctor.-
le dijo el vigilante mirando su dedo meñique.- ¿Alguna mujer amada se lo
regaló? Es un bonito detalle.
Andrew observó su dedo
extrañado.
- Sí, es un regalo.-
respondió pensativo.
- Pero entre, hace frío.
Me explicaron que debía enseñarle su residencia en cuanto llegase. ¿Ha cenado?
La cocinera se molestó en llenar su nevera con cosas esenciales y le dejó la
cena de esta noche para que la caliente. ¿Sólo lleva esa maleta, doctor?
El hombre reaccionó
volviéndose hacia el guardia, asintió tomando su maleta mediana verde botella.
- Sí, soy un hombre
sencillo. La directora me dijo que no trajera nada más que cosas personales
como la ropa, que todo lo demás estaría a mi servicio.
- La directora es una
mujer asombrosa, ya lo verá. Hilda es la mejor en muchos años de los que llevo
aquí, doctor, hace un gran trabajo- asintió andando hacia delante.- ya lo creo
que sí. Sígame, la verja se cerrará en treinta segundos aproximadamente, si nos
quedamos fuera, no podremos entrar hasta la mañana.
Andrew se apresuró en
pasar el portón. Una especie de electricidad estática lo recorrió de arriba
abajo nada más poner los dos pies dentro de la villa. Se paró en seco asombrado
por lo ocurrido, volvió a mirar el anillo con esa piedra tan roja como la
sangre.
- Vamos, doctor, no se
quede atrás, o no dormirá apenas.
Desvió su mirar a Nelson
unos instantes, dándose cuenta de que lo suyo no tenía explicación lógica.
Sacudió sus pensamientos concentrándose en seguirlo. Acababa de llegar aquel
lugar, no había dudas.
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